Fenómenos neurológicos y experiencias religiosas
DIOSES, CREENCIAS Y NEURONAS.
UNA APROXIMACIÓN CIENTÍFICA A LA RELIGIÓN
Nogués, Ramón María.
Barcelona: Fragmenta, 2011.
La obra gira en torno
a la noción de trascendencia, que es definida
por Nogués como una actitud
que trasciende al ego y su avidez
egoísta, algo peculiarmente humano, posibilitado, a su vez, por la configuración especial de nuestros órganos nerviosos. Estos rasgos típicos de nuestra especie son los que permiten “triunfar sobre los impulsos
biológicos para situar al humano más allá de las puras coordenadas de la conservación, para
iniciarlo en los caminos de la libertad” (61).
La trascendencia estaría,
pues, en el centro de este proceso
de emancipación.
1.
CEREBRO Y TRASCENDENCIA
EL CEREBRO Y LA COMPLEJIDAD DEL FENÓMENO RELIGIOSO
Nogués está interesado en las estructuras cerebrales y
actividades mentales relacionadas con la experiencia de trascendencia. La intención del autor parece
ser la de no perder
de vista la complejidad del fenómeno religioso cuando se le observa desde esta perspectiva fisiológica. En otras palabras, asumir la
complejidad implica una conciencia de la dependencia entre
procesos psíquicos y culturales (etnopsiquiatría).
Tres direcciones de investigación aparecen en el horizonte.
La primera, la relación del cerebro arcaico (conductas instintivas) con comportamientos religiosos; la segunda, el sistema límbico −asociado a lo que Nogués llama cerebro emocional (53)− como determinante de las conductas ligadas a
la búsqueda personal o colectiva de
trascendencia; y por último, el razonamiento lógico, determinado en gran medida por la acción de los lóbulos
frontales, como motor de la especulación religiosa. Las tres
direcciones anteriores implican, además,
el estudio de las relaciones entre las conductas religiosas y las capacidades
verbales y ordenadoras (hemisferio izquierdo), en simultánea con las capacidades creativas, intuitivas y no-verbales (hemisferio derecho).
NEURORRELIGIÓN
La neurorreligión permite la comprensión, a mayor
profundidad, del funcionamiento del hardware
en relación con las experiencias que nuestro software nos permite.
Por un lado, la aproximación al funcionamiento de ciertas estructuras cerebrales como la sección posterior del lóbulo parietal, relacionadas con las conductas religiosas, permite el estudio de los algoritmos cognitivos
que la mente usa para ordenar la realidad y que son usados en la elaboración de mitos que conducen prácticas y doctrinas. Por otro
lado, la disolución del yo, la
sensación de contacto con lo sagrado, la pérdida de sentido de causalidad y la superación del dualismo −rasgos típicos
de la experiencia mística− son valorados positivamente en relación con su poder transformador de la conducta
de los individuos. La neurorreligión puede señalar así los beneficios de ciertos estados místicos propiciados por un
estilo de vida religiosa.1 En estos casos los estudios analizan las funciones
mentales que estructuran estas conductas en relación
con nuevos niveles
de comprensión, consolidación de la memoria,
regeneración neuronal,
equilibrio psíquico, sosiego interior, superación de la centralización del yo, etc. Es decir, todo el conjunto de experiencias relacionadas
con la trascendencia, vistas bajo la lupa neurofisiológica, permite vislumbrar un suelo fisiológico común para la gran variabilidad de expresiones de la búsqueda de lo divino.
(1) Los estudios neurofisiológicos de estas
experiencias de interioridad han sido muy intensos en religiones específicas,
como el caso del budismo y el cristianismo. Estos estados mentales de
interiorización, como la oración o la
meditación, son observados a partir de un correlato fisiológico: la actividad
eléctrica encefálica, el ritmo
cardíaco, la respiración, los niveles de cortisol (hormona relacionada con el
estrés), óxido nítrico y óxido nitroso, y la respiración.
2. LA RECUPERACIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA TRASCENDENCIA Y EL PLURALISMO RELIGIOSO
Para el autor, la crítica de la religión ha sido un
fenómeno fundamentalmente europeo, pero con los intentos de limitar la influencia de la religión en todos los campos de la existencia se han cometido
excesos. “Ni la religión está en el cuarto
oscuro del olvido,
ni la ciencia ha arrinconado la trascendencia, ni el progreso
social parece una causa muy específica del abandono de la religión” (133). Esto obliga a replantear la forma en que se hace crítica de la religión. El espacio abierto por Wittgenstein a lo inefable y la atención sobre el lenguaje de toda la tradición analítica exige hacer reflexiones sobre
el lenguaje que hoy podemos usar al hablar de trascendencia. De esta perspectiva heredamos la idea de que el lenguaje es una gran oportunidad humana,
pero que se encuentra plagado de trampas: puede tornarse en herramienta opresiva al pretender agotar el significado de la experiencia
religiosa en fórmulas y términos. Después de este proceso, la
interpretación del mensaje religioso implica la justa revisión de concepciones cosmológicas incompatibles con afirmaciones científicas de mayor
potencial explicativo y altas probabilidades de certeza. Ahora bien,
el contexto de la antropología exige asumir las religiones como fenómenos evolutivos que pueden
replantear sus verdades en el transcurso de su historia. Negarse al dogmatismo
religioso, como una situación no deseable con nefastas consecuencias a nivel social,
es un mandato de la época. El pluralismo religioso implica no solo
reconocer la localidad de la religión (determinaciones
marcadas por la ubicación geográfica y cultural del fenómeno religioso), sino también tomar conciencia del papel que las religiones cumplen en un mundo claramente globalizado que intersecta, cada vez más profundamente, distintas tradiciones de pensamiento.
3.
ANTROPOLOGÍA BIOLÓGICA
Y RELIGIÓN
EL VALOR EVOLUTIVO
DE LAS CREENCIAS
La antropología biológica busca comprender la persistencia de la religión
en el panorama evolutivo de la especie.
El desarrollo de las ciencias
humanas durante el siglo XIX inauguró una nueva actitud
frente al tema que hizo posible la reconstrucción arqueológica de la mente y la
religión, esto es, el seguimiento minucioso de las pistas que se remontan desde el
Paleolítico superior y las primeras manifestaciones estéticas
y simbólicas, hasta la revolución del Neolítico y la espectacular explosión de formas
diversas de expresión del fenómeno religioso. La religión se trataría, pues, de un hecho
concomitante del proceso de hominización, más que de un signo de debilidad
del mundo arcaico.
ESPIRITUALIDAD Y RELIGIÓN
Los cambios históricos han dado lugar a la separación entre estos dos aspectos. Anteriormente coincidían fácilmente, pero las religiones, como marco institucional, son miradas con sospecha en Occidente. Cuando la predicación de la fe se mezcla con mecanismos de culpabilización y
castración psicológica, abandonar este camino es saludable para el equilibrio psíquico del individuo
y de las colectividades. La espiritualidad aparece
como alternativa de la religión.
Nogués es consciente de la existencia de
fenómenos que muestran que la ruptura religión-espiritualidad redunda
en casos peligrosos o excéntricos (sectas, cultos, movimientos
pseudoespirituales, etc.). Precisamente advierte que el acento excesivo en alguno de los dos aspectos conlleva
a una reducción de la experiencia religiosa que no siempre
es sana. La espiritualidad es, por un lado, como crisis de los grandes sistemas e
ideologías, una reducción del campo de acción a lo local, esto es, al entorno
inmediato del individuo, lo cual no deja de ser cuestionable. La religión como
atención hacia la realidad (interacción con la comunidad, normas de conducta
social, etc.) es una expansión del horizonte de acción del individuo, pero siempre conlleva
el riesgo de la alienación.
PERSPECTIVAS
PARA EL FUTURO
Nogués lee la situación actual del cristianismo que necesita
un reordenamiento
de elementos. Hace énfasis en dos puntos que pueden
aclarar el panorama:
la reorientación de la religión a
cuestiones reales en relación con la existencia concreta de las personas, y la necesidad de propuestas
emancipadoras cons- cientes del nuevo
paisaje mundial en el que ninguna oferta religiosa agota las posibilidades de relación con la
divinidad. Un paisaje donde la apertura al
misterio sea posible
en el ámbito de una razonabilidad general.
La
propuesta de Nogués podría resumirse así: se puede hacer una afirmación de la fe sin reducciones ni alienación. Ello
implica reconocer no sólo la localidad
de las creencias religiosas y asumir la razonabilidad de la fe, sino también
cultivar, sea espiritual, sea religiosa, una experiencia producto
de una maduración humana. Si un espacio ha de hacérsele en el seno de la cultura
a la religión, esta debe partir,
según Nogués, de una restauración del papel que juega la trascendencia para la comprensión de nosotros mismos
como especie.
***
Dioses, creencias y neuronas está escrito en un tono que quiere
superar las dificultades de la lógica
demasiado nítida con que se ha interpretado el fenómeno religioso. Una obra como esta es clave,
entonces, para asumir que la religión es
una realidad compleja en sí misma y que el lenguaje tiene sus límites para describirla.
Constantemente su autor advierte de los peligros de asumir las categorizaciones
y las palabras como algo estático y delimitado. Se trata de un libro centrado en el contexto europeo
y por ende se extiende, como es de esperarse, en el análisis de las instituciones
cristianas, en especial la católica. Es
por esto que en la lectura de los fenómenos religiosos propios del contexto de otras latitudes y de la situación de
las tradiciones religiosas no cristianas (budismo,
islamismo, judaísmo, taoísmo, etc.) se les dedica una menor atención.
Nogués plantea
el reconocimiento de la localidad de
nuestras nociones sobre Dios o la trascendencia.
Rosenberg Alape Vergara Universidad Nacional de Colombia ralapev@unal.edu.co
[Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia
13.27 (2013 julio-diciembre): 217-222
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