SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

 

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI – O EL FINAL DE UNA UTOPÍA

 

UTOPÍA Y DISTOPÍA

 

En política se suele usar el término utopía, sin recordar a Tomás Moro ni el siglo XVI, para referirse a proyectos o sistemas ideales, idealistas e idealizados. Son aquellas visiones, esperanzas e ilusiones más favorables para una sociedad, pero que resultan ser de muy difícil o imposible realización. No es algo nuevo. La República de Platón, en el siglo IV AC; o la Ciudad de Dios de San Agustín, en el 426 DC; y la Ciudad del Sol, por Tommaso Campanella en el siglo XVII, son otros tantos ejemplos históricos para no olvidarnos de la Shambhala budista y aún de la Sinarquía (!) esoterista, sea o no teosófica.  Estas utopías presentan una meta, un objetivo común motivador para sus adherentes. El marxismo también planteaba una utopía en la que, tras varios años de sufrimiento, de “dictadura del proletariado”, y de gobierno socialista, se llegaría a una sociedad en la que no habría clases sociales, y por ello no habría explotación, y todos viviríamos felices con nuestras necesidades bien atendidas y más que satisfechas.

 

La historia nos demuestra que esas utopías nunca llegaron a realizarse ni en Europa, con la ex Unión Soviética, ni en el Asia con la República Popular China. Lo que sucedió en ambos casos fue justamente lo opuesto a una utopía: una distopía. Este es un término que designa un poder totalitario generalmente revestido de una ideología ad hoc, y con resultados totalmente opuestos a la utopía inicial que propalaban.

 



Caída del Muro de Berlín


Xi Xin Ping

 

 


La ex Unión Soviética y los países de Europa Oriental por ella dominados, generaron las dictaduras de la llamada nomenklatura (élite de dirigentes integrantes de los diversos Partidos Comunistas, cuyos líderes permanecían décadas en el poder); todas ellas se derruyeron en la década de 1990. En el caso de China, estamos ante una situación excepcional por el peso de su propia historia milenaria y diversa: se ha generado un capitalismo de estado dirigido férreamente por una nomenklatura propia de ese país. El único partido permitido, es el llamado Partido Comunista (que en la práctica ha abandonado el marxismo por el llamado “Pensamiento Xi Xin Ping sobre el socialismo para una nueva era”). Este líder político gobierna China desde 2013, y la Asamblea Popular (controlada por el Partido Comunista) permite que pueda seguir siendo reelegido sin límite de tiempo.


SOCIALISMO DEL SIGLO XXI – EL FIN DE LA UTOPÍA MARXISTA EN AMÉRICA

El llamado “Socialismo del siglo XXI” se ha alejado de aquella fórmula de 1996 ideada por Heinz Dieterich (1943); ese concepto fue asumido como propio por Hugo Chávez (1954-2013) en Venezuela, y con él se denominan ahora diversos gobiernos que intentan seguir o emular aquella ruta política. Y cada cual tiene sus propias características, tanto en el partido que impulsa el proyecto totalitario como en las características nacionales, al igual que en la consistencia o inconsistencia de los partidos e instituciones que resisten a su implantación. Hay algunas características comunes que conviene resaltar.

 

1.     Llegan por elecciones regulares, pero buscan “quedarse para siempre”

La primera nota compartida es que han renunciado al método de acceder al poder por la insurrección armada. Ahora, se busca llegar al gobierno por la vía democrática y una vez conquistado el gobierno, utilizarlo para copar todos los instrumentos del poder en su ejercicio, convirtiendo a las instituciones democráticas en una pantalla. Si hace falta apelar a la corrupción y sobornar a funcionarios públicos, se hace; y si es preciso conceder un poder político y económico a militares corruptos, también se aplica; con lo cual, tales mandos se enquistan en las instituciones; y si acaso no las pueden controlar, las eliminan.

 

Es lo que sucedió en Venezuela con Chávez, y en Nicaragua con Ortega. El enunciado fáctico en el Perú, fue expuesto con total claridad en un evento público por Vladimir Cerrón: “¿Qué dicen las teorías de los clásicos?... dicen que para tener el poder hay que tener el control del ejército, de la policía, el control del cuerpo de magistrados, el control de la burocracia estatal y el control del clero. Si no tienes esos cinco elementos, no tienes nada de poder. Y eso se construye, no se conquista.”

 



Ponchos Rojos de Bolivia


Colectivos armados de Maduro


Podemos observar que, en la práctica, NO SE HA renunciado a la teoría marxista de la violencia como herramienta para dominar; sólo que ahora se ejerce la violencia contra sus opositores, utilizando la fuerza del aparato estatal: fuerzas armadas, policía, y servicios de inteligencia, teniendo como auxiliares a grupos paramilitares tales como los “colectivos armados” de Venezuela, los “grupos armados” progubernamentales en Nicaragua, o los “Ponchos Rojos” en Bolivia.

2.     Otra característica subsecuente es el afán por la perpetuación en los cargos de gobierno

 

Esto es, la negación de la alternancia en el poder y su contrapeso en el ejercicio de éste, esencia de la democracia; ellos llegan para quedarse todo el tiempo que puedan. Se buscará controlar el poder electoral con personajes idóneos y afines ideológicos; se trata de manejar el aparato estatal para generar clientelismo, copar los medios de comunicación, y reprimir a los demás partidos. Es lo que ha pasado en Venezuela, por ejemplo, desde 1998 en que Chávez gana las elecciones, se hizo reelegir dos veces hasta su muerte el año 2013. Allí toma la posta Nicolás Maduro, quien gobierna hasta la actualidad y con miras a seguir en el cargo, tanto como le alcance su inevitable e indeseable mortalidad. En Nicaragua, Ortega ganó las elecciones el año 2007 y desde entonces, tampoco se ha movido del poder, instrumentando tres sucesivas reelecciones (2011, 2016 y 2021). En Bolivia, Evo Morales gobernó por 13 años, desde 2006 hasta 2019 en que fue derrocado por una movilización popular cuando quería reelegirse una vez más. Se advierte que son los discípulos aventajados de una dictadura de partido único, así como se observa en Cuba, y que lleva 64 años de vigencia.

 



Evo Morales


Ortega y su esposa Rosario Murillo

 


En el Perú, Guillermo Bermejo lo expresó el año 2021 con diáfana claridad en una intervención que también hemos visto por televisión: “Nosotros somos socialistas y nuestro camino a una nueva Constitución es un primer paso, y si tomamos el poder, no lo vamos a dejar. Con todo el respeto que se merecen ustedes y sus pelotudeces democráticas, preferimos quedarnos para establecer un proceso revolucionario en el Perú”.

 

3.     La miseria y la corrupción como armas de dominio.

 

Contrario a lo planteado por una utopía original y sincera, los socialistas del siglo XXI no buscan el bienestar de su pueblo, porque es más conveniente mantenerlo en la miseria para someter su dignidad, teniéndolos preocupados sólo por sobrevivir, y dependientes de las ayudas gubernamentales; es la metamorfosis perversa de los totalitarismos al buscar la conversión de ciudadanos libres en clientes sometidos: libretas de racionamiento, cajas Bolivarianas, bonos económicos diversos, ayudas alimenticias, etcétera. Hoy, dos países magníficos por sus recursos, por la historia y por la geografía como Venezuela y Bolivia, son los países más pobres de Latinoamérica.  

 

Al mismo tiempo, los integrantes de la cúpula en el poder se enriquecen ilícitamente, y dejan un amplio campo al enriquecimiento mediante la corrupción, convirtiendo a la economía ilegal en aliada de su dominio. En el Perú más reciente, el gobierno regional de Perú Libre en Junín, y aquel de su gobierno nacional, con Pedro Castillo Terrones, han sido muestras evidentes. Igual sucedió en Bolivia, quien, tras malgastar sus reservas internacionales está entrando en la espiral de una crisis sin fondo; otro tanto nos muestra Venezuela con la minería ilegal de oro, el coltán y los diamantes en el arco del Orinoco, el narcotráfico y las coimas millonarias de sus funcionarios públicos y militares, salvo algunas contadas pero muy discretas excepciones.

4.     Institucionalizar la dictadura = cambio de Constitución

 

Para cerrar el dominio funcional, con cadena y llave jurídica, una vez copado el gobierno, el siguiente paso es “cambiar la Constitución”. No se busca mejorarla, ni que ésta responda a los cambios sociales que aspira la utopía y la esperanza por un futuro mejor plantea. Las constituciones pueden y deben siempre perfeccionarse, en este caso se procura legalizar la ocupación funcional del partido en ciernes y asegurar su perpetuidad. Por ello, en estas modificaciones constitucionales, inevitablemente se establece la reelección del gobernante. Asimismo, se advierten el separatismo y la pérdida de la unidad nacional, partiendo de una cuestión conceptual de supuestas naciones originarias por una segregación de la ciudadanía en razas, estratos originales, subclases y etnias de modo tal que el control de las cúpulas de cada sector les asegure aliados para mantenerse en el poder. Es la aplicación de la antigua máxima: divide et impera. Así sucedió en Venezuela con la Constitución Bolivariana de 1999 (Chávez); con la Constitución Política del Estado plurinacional de Bolivia de 2009 (Morales); la Constitución de Nicaragua con sucesivas reformas desde 2010 al gusto del gobernante (Ortega), y el Sumak Kawsay de Rafael Correa en Ecuador 2008 (a pesar de lo atractivo del título en runasimi: la Vida Bella). Se intentó hacerlo en Chile y todavía subsiste como plan en el Perú.

 

5.     Otras características

 

Existen otras características que no desarrollaremos por falta de espacio, pero valga por lo menos su mención: el control de las redes sociales y de los medios de comunicación mediante compra abierta de la línea editorial; la financiación de troles; la creación de una prensa adicta (en el Perú de Castillo y sus socios, la mal llamada prensa alternativa”); la repartición de la publicidad estatal, combinada con represión y acoso a los medios opositores, así como el apoyo político, económico y personal, de gobiernos ideológicamente afines que, con una falta total de respeto al individuo y al sentido común, se inmiscuyen en nuestra vida ciudadana nacional e incumplen sus obligaciones internacionales.

 

RESISTIR AL EMBATE Y DEFENDER LA DEMOCRACIA

 

Si algo nos queda en claro a quienes hacemos política, es que el “Socialismo del Siglo XXI” ya no es una utopía más, es una distopía: es el proyecto de poder para un grupo de aventureros y de corruptos que buscan perpetuarse y enriquecerse, revestidos de ideología. ¿Por qué en algunos lugares no han triunfado? Chile rechazó el proyecto constitucional de Boric; Colombia tiene instituciones que confrontan a Petro; Lula, a pesar de su triunfo electoral en Brasil, no tiene el poder total; el kirchnerismo en Argentina está en franca decadencia; Moreno tampoco siguió la ruta de Correa en la presidencia ecuatoriana. Una posible respuesta sería, porque en todos estos países existen personas e instituciones cuya claridad política, está acompañada por el valor y la energía para enfrentar las distopías. El conflicto no ha terminado. Se requiere de un compromiso renovado diariamente para enfrentarlos y combatirlos, el refrán dice bien: “Ayúdate que yo te ayudaré”. No cabe creer en que las cosas se arreglarán por sí solas.

 

Debemos estar siempre en la brega y dar la batalla para defender una democracia real e íntegra que sirva al bienestar de la población, a la libertad y a la justicia, sin olvidar la equidad y a la solidaridad. Esta es la verdadera utopía.

 

                                                                     Autor: Colaborador Boliche.

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